martes, 3 de diciembre de 2013

Capitulo 90 (FINAL)

Mía, mi dulce Mía, mi flor del amanecer, mi primer amor. Eres mía y siempre lo serás, desde Liverpool hasta Hamburgo, desde Hamburgo hasta el fin del mundo. Te amare por siempre y tú me amaras también. Entre tristezas  y felicidad, entre rechazos y compromisos.

¿Qué fue de mi después de demostrarle mis sentimientos apenas claros?, en esa habitación oscura llena de sollozos. Ella solo me miro como cordero recién nacido en busca de su madre y lloro más fuerte, con más dolor y culpa. Tenía fama, dinero y podía tener a quien quisiera en mi cama o corazón, pero esa chica que había abrazado tan fuertemente, ya era dueña de esas dos cosas, se las había robado en mi adolescencia y en la adultez se negaba a devolvérmelas con fervor y malicia. En esos días de los años sesenta, los matrimonios si existían eran de fachada y los noviazgos de primer amor de verano, solo eran de verano, quedándose allí, como un recuerdo ausente que se negaba a huir pero que siempre había desaparecido y muerto. Entonces mi matrimonio con Mía, era extraño, era igualmente de fachada, las infidelidades eran igual de regulares que los besos de buenos días y la comida en la alacena igual de regular que la marihuana en nuestros cajones. Nuestra generación se había liberado por dos, nacer entre bombardeos nazis fue algo que nos quedo y nos hizo tener una juventud parecida a una bomba, como  las que caían entre nuestro primer llanto. Aun intento descifrar porque le pedí matrimonio en primer lugar, no sé si fue porque Isabelle necesitaba un padre, porque la prensa siempre estaba encima de nosotros o porque Jane había muerto y no quería estar solo. Probablemente las tres anteriores son la razón, tres convertida en una que me atormento por un año y medio y que nunca aclare, porque no valía la pena, porque ya todo estaba hecho y arruinado.

El final de las giras, el final de las orgias con rubias de 17 años y de las fiestas en suites americanas de hotel, nos marcaban un nuevo comienzo, que era más un reto que cualquier otra cosa, que era más fuerte que en un mal viaje en LSD y mucho más riesgoso que la misma infidelidad. Por primera vez todos estábamos enamorados, todos habíamos crecido y creo que fue en el peor momento, porque el verano del amor estaba a la vuelta de la esquina y la revolución hippie con mucha hierba y música psicodélica ya empezaban a apoderarse del mundo. Sin embargo, en esa granja con muchos arreglos por hacer, eso no había llegado y probablemente nunca lo haría y lo vería solo desde el cielo, como vio tantas veces antes, aviones pasar cargados de bombas con destino a nuestras ciudades o ya con las bombas descargadas al lado de nuestro de lugar de nacimiento. Ya la cama no estaba ahí, ni los sollozos, en cambio, el humo de cigarrillo era ahora mi única compañía, en esa pequeña sala con chimenea casi inservible y quizás muy usada. Las palabras que Mía me había dicho a la mañana siguiente, me mantenían callados y pensativo, con ella afuera de la misma forma. “Ahora déjame sola”, la escuche decir con voz pastosa, dando un portazo para jamás volver. Teníamos a nuestra hija muy lejos de ahí, así que nada nos unía pero al mismo tiempo sí. Ese amor que le había profesado tantas veces -con borracheras encima o completamente sobrio- y por última vez la noche anterior, provoco que me contara un secreto y lo que la tenía en su última confusión. Llevaba de nombre Thomas y de apellido California, me conto absolutamente todo lo que él le había dicho en Manchester y como no le parecía tan mala idea ya que nuestra relación no funcionaba. Yo quería que funcionara, ahora sí, ¿Por qué no lo entendía?, quería salir a donde estaba y decírselo, gritárselo, lamentárselo, de rodillas o de pie. Había jurado a los 15 años que Mía seria mía para siempre así que no podía dejarla ir, no así tan de repente, quitándome todo lo que me había ofrecido en Paris a comienzos de 1964 y dado a comienzos de 1965 en esa capilla.

Una brisa fresca de casi otoño, revolvían su cabello ya de nuevo oscuro y sus ojos perdidos en el horizonte, que venían de regreso a casa, de su mente, se posaron en mi. Me pare en la puerta, con ganas de alcanzarla o mejor huir y dejarla finalmente en paz, pero ella lo hizo más difícil, quedándose parada en medio pasto, sin zapatos y sin abrigo, ya no con su mirada perdida en un destino, si no con su mirada perdida en mí. Con sus ojos color esmeralda, preguntándome cosas, reclamándome cosas, diciéndome cosas en susurros o en voz alta. La escuchaba en silencio, ella con los brazos cruzados y los pies muy juntos y yo recostado en el marco de la puerta y mariposas en el estomago. Mi Bardot ya era una mujer, ya no era mi Bardot y yo ya no era el chico con ganas de tener una novia hermosa para mostrar como si fuera un auto, ahora era un hombre con ganas de amar a quien siempre había amado de verdad. Y trataba de decírselo, trataba de decirle tantas cosas; cosas que debía decirle desde hace tiempo pero que el mismo tiempo las había atrasado. Ella insistía con sus ojos esmeraldas que las dijera, todavía unos metros alejada de mí, por primera vez a punto de abrir la boca….

-Es tu decisión. Dijo tranquilamente, sin moverse
-¿Sobre qué?. Pregunte inocentemente e incomodo
-Sobre lo nuestro, es tu decisión porque tu lo comenzaste, ¿recuerdas?. En Liverpool, en la salida de la escuela, cerca de la tienda de discos y heladería, con las palabras: te verías muy bien rubia, tus ojos resaltarían más.  Tu lo comenzaste Paul y tú tienes la decisión de terminarlo, no yo o Thomas, ni siquiera Isabelle o la banda
-¿Qué va a pasar si lo termino?, ¿te volveré a ver?
-Siempre nos volveremos a ver, estamos conectados
-¿Y si lo comienzo de nuevo?
-Ya nada será igual…

Con una risa ahogada, le sigue la corriente, acercándome y extendiéndole la mano para ir a dar un paseo. Ella la rechazo pero acepto lo segundo. En el camino un nuevo silencio se apodero de lo nuestro, pero en un punto, en medio de la casa y cerca de la costa, se detuvo de un momento a otro, retrocediendo para alcanzarla otra vez.

-¿Todavía sabes bailar?. Pregunto con sorna, extendiéndome la mano que recién había rechazado
-Sí, supongo
-Bien, entonces supongo que te debo un baile. ¿Te acuerdas?

Y lo recordaba, fue una noche de  marzo de 1958. Ella estaba en la pista de baile, dando vueltas al ritmo de la melodía de cualquier canción que sonara y guiándose por cualquiera que la invitara a seguir la danza. Yo quería ser el próximo así como muchos otros. El rechazo era tan natural en ella hacia mí, que naturalmente escogió a todos antes de mí, excusándose de estar cansada al final de la noche, mientras Smoke Gets In Your Eyes de The Platters sonaba y yo deseaba bailarla con ella, lentamente, cerca de sus labios. 8 años después, ya no estaba cansada y era mi turno, incitándome a cantar la canción o lo que me sabia de ella, luego de acercarla a mí y ella rodeara mi cuello con sus brazos. Transportándonos a ese año cuando apenas teníamos 15/16 años y todo era fácil y sin presión alguna. Su mirada brillaba como esa noche y mi sonrisa de pobre chico enamorado no se había extinto aun. No sé si marco el comienzo donde ella dijo que nada sería igual o un fin de inocencia y amores a primera vista. Lo que si se es que casi tres minutos después, nos fundimos en profundo beso; el mismo que yo siempre desee darle y que nunca nos habíamos dado.

-Me miras como aquella vez cerca de la tienda de discos. Dijo entre pequeñas risas que me contagiaron e invitaron a reír
-Es porque te sigo amando de la misma manera y más fuerte que esa vez
-¿De veras?
-Aja, ¿no me crees?
-Siempre lo he creído, pero yo soy una rompe corazones sin sentido
-¿Me amas por fin?, ¿o aquella vez que me lo dijiste no era verdad?
-Si lo era, te amo Paul, desde esa tarde cerca de la tienda de discos
-No te creo, tú amabas a Stuart en ese tiempo, nunca a mí
-Lo de Stuart nunca fue serio, parecía pero en el fondo no lo era, en el fondo nunca nos amamos lo suficiente. Porque él buscaba algo más intenso e interesante y yo te amaba a ti a escondidas
-Eres una linda mentirosa
-No es mentira, por eso acepte casarme contigo
-¿Y ahora que va a pasar?
-Nos amaremos hasta el fin de los tiempos….juntos o no

De vuelta a casa, nos encerramos en nuestra habitación todo el día, amándonos mutuamente por primera vez en nuestras vidas. Ya ella no era Lucille, ni yo el Beatle que todo el mundo deseaba. Solo éramos dos personas jóvenes con ganas de querer. Éramos de nuevo los dos inexpertos en todo que se habian conocido una vez por casualidad, éramos la chica fotógrafa y rompe corazones y yo el chico que no se quitaba la guitarra de encima y era rebelde.

-Te amo. Le oí decir en un susurro, mientras me seguía despeinando
-Yo también, toda la vida
Al rato, nos acordamos que en el centro habría una fiesta, con mucho Whiskey y música.  Pensamos que sería buena idea aparecerse y disfrutar de nuestras vacaciones, hasta el momento un poco deprimentes. Nuestra presencia no era para nada esperada allí, pero nadie nos molesto ni interrumpió, aunque algunas chicas se acercaron a saludar y tomaban fotografías a los lejos. Mía solo se burlaba de mí, pero eso era lo que había conseguido por llevar una guitarra siempre encima y conseguir fama. La banda que tocaba en el escenario era bastante buena y cuando empezó a tocar canciones de Elvis y Chuck Berry, salimos a bailar de nuevo. Mía pensaba que debía pagarme todos los bailes que le había rechazado y no tuve queja, porque ella era la mejor bailarina de Rock and Roll que había conocido y teníamos mucho tiempo de no bailar esa música. Probablemente desde los 19 años o antes.

-¿Has tomado una decisión?. Pregunto en medio de una canción lenta y las luces a medio apagar
-Sí, no te dejare ir, no puedo
-¿Entonces….?
-Volveremos a comenzar todo de nuevo. Si quieres
-¿Tu quieres?
-Que pregunta tan tonta has hecho
-Quizás

Cuando las luces se volvieron a encender del todo, la vi quitarse el collar que yo le había dado el día de nuestra boda y que compartía con uno de Stuart, y guardarse este ultimo para dejar solo el mío. Guiñándome el ojo como le gustaba hacer para seducirme. Era fue la mayor señal de que me aceptaba por fin, que aceptaba estar conmigo y me amaba. Ya no más Stuart, ni despecho, ni nada parecido. Ahora éramos ella y yo, solo ella y yo. Finalmente mi sueño de la adolescencia, mi último sueño, se había cumplido y mi vida ya estaba completa.  El llanto, las perdidas y traiciones, ya no existían. Tendriamos mas hijos y una segunda casa en el campo, donde ir cuando estemos demasiado cansados y hartos de Londres. Donde ella podría escribir y yo componer sin interrupciones y donde Isabelle crecería alejada de cualquier cosa mala de la ciudad. Escocia, nos dio una nueva oportunidad, que jamás desaproveche, ni ella.

Mi dulce Mía, ya no se iría, ni se reiría de mi. Mi dulce Mía  estaría a mi lado para siempre, ya no habría penas, ya no tantas como las de antes. California esperaría pero conmigo, porque yo había llegado primero a su corazón y había tocado su puerta más de un millón de veces, notándolo hasta ese día. Mía, ya no me devuelvas el mío, que con el tuyo puedo sobrevivir lo suficiente y mas allá….


                                                         FIN